martes, 19 de abril de 2011

El Enemigo en Casa

Muchas personas han deducido que existe una conexión entre la violencia hacia los animales y hacia los seres humanos. De manera intuitiva, sentimos que quien es capaz de disfrutar torturando a un animal, probablemente no sabrá poner un freno a su conducta
Nuria Querol i Viñas
«Llamó a la perra y la hizo sentarse delante de él, para después dispararle cinco veces más, matando al animal de compañí­a. Tres meses más tarde, hizo lo mismo con su mujer, y luego se suicidó».
Diana Russell, Rape in Marraige, pg. 296.
Muchas personas han deducido que existe una conexión entre la violencia hacia los animales y hacia los seres humanos. De manera intuitiva, sentimos que quien es capaz de disfrutar torturando a un animal, probablemente no sabrá poner un freno a su conducta y extenderá la crueldad a otros seres de su entorno.

Al cabo de seis semanas de la boda, el marido de Tamara Barne, empezó a beber mucho, a gritarle por todo y a maltratar a sus gatos. A uno de los animales le rompió una pata y lo quemó. A otro lo envolvió con cinta aislante. Tamara se horrorizó y le dijo que iba a llamar a la policí­a. “Adelante, llámales. Mataré a los gatos, si quieres, y a tí­ también” sentenció el marido.
(The Latham Foundation for Humane Education, Febrero 1999)

Esto no quiere decir que el hecho de maltratar a un animal sólo debe tenerse en consideración por sus posibles consecuencias para con los humanos, ya que maltratar a un animal debe considerarse un delito y es éticamente inaceptable en todo caso, pero en esta aproximación, pretendemos revisar el concepto de violencia doméstica con la novedad de incluir el maltrato a los animales como parte del fenómeno.
La crueldad hacia los animales en el contexto de los malos tratos domésticos tiene una dinámica psicológica que difiere de otras situaciones en que los animales también son ví­ctimas del ser humano.

En este caso, se trata principalmente de ejercer poder y dominación a través del chantaje : “Si no haces esto, mato al perro” o “ Si me abandonas, le retuerzo el cuello al gato”. En ocasiones, la mujer ha escapado pero su pareja maltrata al animal que se ha quedado en el hogar con el fin de forzar su regreso y castigarla por haberse ido.
Hubo un caso escalofriante, citado a menudo para ilustrar la gravedad de los casos de los que hablamos, en que un marido envió a su suegra fotografí­as de él cortando las orejas al perro de su mujer (quien habí­a huido de casa y se encontraba en un refugio para mujeres maltratadas). Después de recibir las fotografí­as que su madre le reenvió, la mujer contó al asistente social de la casa de acogida que regresaba a su casa para salvar la vida de su perro y la de los otros animales. El asistente social nunca más volvió a saber de ella. (Ann Quinlisk, 1997 â€

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